La Cruz Gloriosa



Textos  del instrumento sobre La Cruz Gloriosa

El mundo, desde siempre pero hoy más que nunca, está inmerso en la tiniebla.   Satanás ha provocado una gran rasgadura a la humanidad y a la misma iglesia.  El hombre de hoy vive una espantosa esquizofrenia:  está dividido en si mismo  (El remolino)
Jesús vino al mundo, con Su Sacrificio, para salvarnos:  pero no le recibimos  (La Cruz).  Jesús ha resucitado para permanecer entre nosotros todos los días (Eucaristía), pero para muchos solamente es un pedazo de pan.
A pesar de todo el proyecto divino no se aborta.  Por eso Jesús, llegada la plenitud de los tiempos, prepara su retorno  glorioso porque su divina Misericordia nunca ha dejado de amar entrañablemente al hombre.
Jesús nos da, como preludio y señal de su retorno glorioso, su Cruz Gloriosa.  Esta Cruz brillante portadora de Luz!
La Cruz se abre  paso en la hendidura.  Nace exactamente en la vorágine, en el remolino, donde la humanidad todavía está sumida en el pecado.  Justamente aquí es donde el hombre encuentra, si quiere, la puerta de la salvación.  Del caos espiritual en que está inmersa la tierra (a la derecha de la Cara de Jesús), en Cristo se rehace (a la izquierda de la Cara de Jesús) y se renueva de la armonía inicial.
La tierra es el símbolo de la Eucaristía, porque contiene la Cara de Jesús.  Así la Cara luminosa, plenamente humana, asume a la entera humanidad redimida.  La Cara forma un todo único con la Cruz Gloriosa que separa la tiniebla de la luz.
La Palabra de Dios, plasmada sobre los tres brazos de la Cruz, como un abrazo, es el Evangelio.  Para estos acontecimientos se prepara la Virgen María.  Ella es el Arco Iris que une el cielo y la tierra.
El mensaje principal es clarísimo:  sólo quien opte por la Cruz de luminosa será asumido por la Luz que es Cristo Jesús!

La Cruz Gloriosa:
    ¡es un mensaje de esperanza!
    ¡es un mensaje de amor!
    ¡es un mensaje de gozo!
    ¡es certeza de eternidad!     
          
El Señor nos hace el don de su  Cruz Gloriosa, a toda la Humanidad a fin de que pueda sumergirse en la mirada misericordiosa de nuestro único amor:  Jesús
    
 22 de Abril, 1998

“...Después, cada vez de forma més clara, lo corta una Cruz  inmensa, gloriosa... Jesús ya no está sobre la Cruz. 
Él, Él mismo es la Cruz...
La Cruz es persona, es Él mismo Vivo!”







¡LA  CRUZ GLORIOSA, MENSAJE PASCUAL!

La Santísima Trinidad ha trabajado intensamente mi pobre alma, agreste e incapaz de comprender, antes de hablarme del encargo que el P. Celeste, en su Bondad, había decidido desde siempre confiarme.
    Incluso después de mi encuentro personal con Jesús, mi plegaria era muy pobre e insuficiente, como lo es aún ahora.
    No sabía muy bien qué decirle a Jesús, sólo que le amaba. En su presencia, generalmente, estaba en silencio, sencillamente adoraba.
    Después de la Santa Misa, contemplaba durante horas el Crucifijo, precioso, de la iglesia de S. F., y que, por voluntad divina, desde entonces se convirtió en “mi Iglesia”.
    En los  momentos más difíciles de  mi vida, cuando me encontraba en el límite de ser superada por el sufrimiento, yo buscaba más intensamente aquel Santo Cristo.
    Me era particularmente preferido, me fascinaba y me atraía, sorprendentemente, más que ningún otro.
    Eran sus rayos de luz, que forman el fondo de la Cruz, los que, misteriosamente, me robaban el corazón. 
    Hasta que un día  exclamé llena de gozo:

    “¡La Cruz es Luz!   ¡La Cruz es Gloria!

    Bien es verdad que no se trataba de una afirmación teológica.  Yo desconocía la Sgda. Escritura;  era, sencillamente, un movimiento del Espíritu Santo en mi interior!
    Como podéis ver en la fotografía, este Cristo es en verdad una obra maestra de admirable belleza artística,  pero no era la finura de su hermosura lo que de verdad me fascinaba, sino algo indefinible que penetraba hasta lo más profundo de mi corazón.  Me pasaba horas y horas contemplándolo, y, frecuentemente, me sucedía que  me desaparecían los contornos de la Cruz y el mismo Jesús, bellísimo sobre la Cruz, quedando solamente los rayos de luz, la única cosa que ocupaba mi espíritu.   En ocasiones, incluso, mis ojos se dilataban tanto, - naturalmente yo desconocía que eso era un don sobrenatural – que una Luz purísima, en absoluto material,  acababa ocupando el lugar de los rayos dorados alrededor de la Cruz.
    Todo era Luz, sólo Luz  y... me quedaba extasiada y al recobrarme, bendita de mí, me fregaba los ojos.
    El Espíritu Santo me estaba preparando...
    Jesús intentaba comunicarme, más allá de su Sacrificio,  la Gloria de Su Cruz.   El Resucitado quería formarme para que  un día llegara a ser  Apóstol de Su Cruz Gloriosa.   Y yo no lo sabía...


10 de Diciembre, 1997

    Estaba meditando sobre las extraordinarias apariciones de la Virgen en Medjugorje así como en el signo anunciado por la Reina de la Paz... cuando mis ojos interiores se dilataron sobre en una extraordinaria imagen:
    Vi una Cruz Gloriosa (así la llamé espontáneamente) de una belleza y una luz indescriptible, de fuego vivo, inextinguible.
    Advertí que la Cruz estaba sobre una montaña y me acerqué a ella.  Era de luz purísima (por eso no se extinguía).  Con toda naturalidad penetré en Ella y avancé dentro de Ella y en Ella me quedé.
    ¡Lo cierto es que creí que nunca regresaría!
    Por otra parte noté que  había personas que recelaban  acercarse y se hacían atrás.
    Le dije a Jesús:
    “Muchos tienen miedo, pero el día que verán Tu Rostro muchos serán iluminados;  también los de la última hora”.
    ¡Qué Felicidad!
    ¡Nunca tendré las palabras justas para describir lo Indescriptible!


17 de Enero, 1998

    Una vez recibido a Jesús Eucaristía, dentro de la Misa, he elevado los ojos hacia el precioso Santo Cristo que hay sobre el altar.
    Súbitamente, como si  mis ojos se abrieran de par en par y mi corazón se ensanchara, vi  interiormente las llagas abiertas de Jesús.
    De ellas salían, como de un fuego, unes lenguas incandescentes que alcanzaban el corazón de los hombres.  Aquellas lenguas, lo veo, claramente, ahora al escribirlo, son la Carne de Dios que se da al mundo con su Amor (el fuego)!
    Después, toda la Cruz y el altar se llenan de una Luz extraordinaria, en el interior de la cual yo me encuentro ¡y... que no me atrevo a describir lo que he probado!  ¡Me faltan palabras! ¡Amén!


15 de Febrero, 1998

    Hoy es domingo y, mientras viajo en tren, rezo el Santo Rosario.  Una gran angustia me une a Jesús que veo subiendo al Calvario cargado con la Cruz.
    Me dirijo a Jesús:
    “¿Qué puedo hacer por Ti, mi Señor?”
    “Pequeña, seca mi Rostro con tu amor y dejaré en tu corazón, para la humanidad, la impronta de mi Mirada Misericordiosa.  ¡Sé una vez más  mi Verónica!”

    ¡Es desgarrador ver a Jesús de esta manera!
    Sigo rezando y, al meditar los misterios de dolor, espiritualmente me arrodillo a los pies de la Cruz.
    Y he aquí que la Cruz se hace luminosa, muy grande, cada vez más, enorme, hasta que me envuelve.
    Siento una paz indescriptible.
    ¡La Cruz Gloriosa!
    Diría que ya no es cruz, sino Felicidad eterna:  ¡es el Paraíso!
    Señor mío, que sigues sufriendo por nosotros para darnos Tu Gloria, haz que todos lo reconozcan.
    Cada vez veo de manera más clara que estoy directamente implicada en este proyecto  de Salvación.
    Le rezo a Jesús:
    “Tú, que envuelves a tu hormiguita con la Luz de la Cruz que pronto envolverá toda la tierra, Jesús, a quien rehúsan seguirte los hombres  para realizar un gran Proyecto en tu nombre;
    (Hace ya tiempo una amiga me habló de D.,  lo cierto es que ahora empiezo a comprender lo que el Espíritu Santo me da a entender sobre la Cruz Gloriosa, que allá no fue acogida)
    Jesús mío, que has sido despreciado, y que nunca Te cansas de nosotros, haz que la humanidad no deje de lado Tu Cruz Gloriosa, que, por Tu increíble Misericordia, quiere atraernos a todos hacia Ti!
    ¡Sólo en Ti está la Salvación!
    ¡Ven pronto, Jesús!”
    Jesús, mediante estas y otras muchas imágenes, que regularmente pongo por escrito en unos cuadernos y que someto al discernimiento de mi Director  Espiritual, me une cada vez más a Su Proyecto.
    Y es ahora que me invita a recogerlas en un libro del que me muestra, de manera muy clara, la portada


13 de Marzo, 1998

    Desde hace unos días el Espíritu Santo presenta a mi corazón unas imágenes de las que voy tomando nota en mis cuadernos.
    Como si de un rompecabezas se tratara, Jesús me muestra  poco a poco la portada, con imágenes siempre precisas, y me da a conocer el sentido del mensaje fundamental que Él quiere comunicar al mundo.
    ¡Es extraordinariamente hermoso!
    Estoy emocionada y cada vez más convencida que el Espíritu Santo es el Autor único y exclusivo de todo ello.
    ¡Oh, la Luz!  ¡La Luz de esta Cruz es excepcional!
    ¿Dónde, en la tierra, podría encontrar algo semejante?      ¿Cómo lo haré?   ¿Qué haré para dar-la a conocer?      ¡Guíame Tú, Jesús!   ¡Amén!


5 de Abril del mismo año

    En  mi corazón aparece la imagen de un círculo, formado por gran cantidad de personas, alrededor de una gran Cruz:  a algunas de ellas ni las conozco; otras me son bien conocidas.
    Es como una gran cadena, de hecho todos nos damos las manos formando un círculo alrededor de la Cruz, aparentemente común, mientras en  mi corazón recibo este mensaje:

    “¡Pronto todos los que han recibido el encargo y la misión de anunciar la Cruz Gloriosa, serán reunidos!”

    ¡En mi interior siento que se trata de una Promesa!  ¡Así sea!



Después,  el 22 de Abril, 1998
  
Mi corazón recibió la Revelación más grande:
    La universalidad de la Cruz Gloriosa que incluye la “Bienaventuranza evangélica:  que venga pronto Nuestro Señor Jesucristo!”
    Imagen del 22 d’Abril de 1998, 1er. volumen
    Del fondo del corazón brota con fuerza este canto:

        “¡Sí, el Señor, vendrá
        y todos lo verán!
        ¡Vendrá en Gloria!
        ¡Un Cielo y una tierra
        nuevas El hará!”
   
Después de esta imagen noto cada vez más clara su llamada y a la vez mi poquedad ante la Gloria de mi Señor.
    Cada vez es más  consciente mi pobre “Sí”
    Acepto ser instrumento indigno e inadecuado, pero medio para llevar la Luz de Jesús Resucitado a todos los que aún están en tinieblas.
    ¡Alcanzar esta Luz es superar el miedo para siempre!
    ¡Es estar salvado!
    ¡Sí, mi Señor, hágase Tu voluntad!  Aquí estoy!





16 de Mayo, 1998

    Ayer el pintor me enseñó el boceto de la cubierta y... ¡me quedé boquiabierta!
    Sólo Tú podías haber ideado un mensaje así:
    ¡Esperanza y Amor para toda la humanidad y Luz!
    ¡Aquella Luz, aquella Cruz de Purísima Luz...!
    Oh, Jesús mío, sólo Tú, en mí, puedes llevar a buen puerto tan enorme Obra Tuya:  yo soy menos que nada.
    ¡Oh, Señor mío, mi Cruz Gloriosa!  Ante esta Obra Tuya podré adorar Tu Cruz con todos cuantos quieran unirse a mi para acogeros!
    ¡Ven pronto, Jesús!
    Jesús había mostrado su deseo de que esta imagen, que será la portada del libro “De las tinieblas a la Luz”, estuviera a punto por Pentecostés y, el 23 de mayo de 1998, el pintor me había hecho llegar dos acuarelas.  Es una gran verdad que esta portada recoge toda la sustancia del llibre, aunque en aquellos momentos poco podía pensar que serían más de uno.
    Sólo una mirada a esta Imagen es suficiente para ser atraídos completamente por el pensamiento de Jesús, por su Amor, por su infinita Misericordia; ¡en ella está contenida toda la esperanza, para mi y para toda la humanidad, de “un cielo nuevo y una tierra nueva” en Cristo, Luz del Mundo!
    Con esta emoción entro en Misa y le pido a Jesús que consagre esta pintura para que sea instrumento de conversión y salvación para todos cuantos la conozcan y...  ¡he aquí, sin más, Jesús aparece sobre el altar!
    En sus manos tiene la pintura de la Cruz Gloriosa. La levanta hacia el cielo y ora al Padre con estas palabras:

    ¡Oh, Padre Santo, en mi Nombre
    da vida a esta Cruz,
para que se cumpla,
según Tu Voluntad,
    todo cuanto esta pequeña hija
    Te pida en Mi Nombre
    Y que sea para  Gloria de mi Cruz!”

    ¡No veo nada, sólo Luz! ...levanto mis ojos al cielo y veo la pintura de la Cruz Gloriosa a los pies de la Stma. Trinidad y después la veo bajar de nuevo a la tierra.
    Una multitud de personas se detienen, silenciosas, ante este “icono” que, en verdad, parece tener vida.  Del Rostro de Jesús fluye como una melodía:

    “¡Venid a Mi!”

    En aquel momento no podía ni imaginarme como se realizaría todo;  hoy, en cambio, sé que s’está llevando a cabo pues son muchas las personas que, de todo el mundo, han descubierto este Rostro!

En Pentecostés del mismo año, tal como era el deseo de Jesús, ya tenía en mis manos los primeros ejemplares del primer volumen con la portada que ya todos conocen y que había hecho llegar a manos del Sacerdote y de otras personas que Jesús mismo había escogido.

    No tenía ni idea de que aquello no era más que el comienzo;  poco tiempo después, Jesús pedirá que se haga una gran tirada de estampas a fin de que Imagen llegue cuanto antes a todos los extremos del mundo.
    Jesús sigue instruyéndonos en Su Amor, nos conduce a Su Gloria y nos pide, humildemente, que le aguardemos con fe.
    Con esta Imagen prepara nuestro encuentro con Él.
    Desea que penetre en nuestros corazones y en el de todas las personas para que estemos preparados para acogerlo un día.  ¡Jesús en su Infinita Misericordia nos prepara para que sepamos acogerle, entre nosotros, Resucitado y Vivo, en Su Gloria y que lo aceptemos por toda la Eternidad!
    Así lo comunicó en la Pascua del año 2000.


22 de abril del 2000, Sábado Santo

Después de algunos días, sentía a menudo en mi corazón como una promesa, una palabra de Jesús:

“Pascua…Pascua…”

La Pascua ha llegado, pero  todavía sigo sin comprender…
Me impresiona, particularmente, el hecho de que Jesús haya escogido el 22 de abril de 1998 para revelarme de una manera  profundamente significativa  que Él, ¡está vivo!
¡Él está vivo en la Luz fulgurante de su Cruz!
Estoy sorprendida, que haya escogido esta fecha, que hoy en este Año Santo, viene a coincidir  con  el día de su Resurrección, para dar al mundo entero la imagen de su Gloria y para decirle: “Esperadme, porque Yo vengo.”
     Pensando en todo esto, siento en mí una profunda soledad…percibo, luego, en mi corazón la presencia del Corazón de mi Señor.
Sí, estamos todavía en la soledad del Santo Sepulcro…
Sin embargo, dentro de  poco, la piedra sepulcral ¡rodara rápidamente!...
¡Oh, Jesús, mi dulce Señor!
Más tarde…
Estoy en la iglesia para participar en la “Vigilia Pascual”, donde el canto del “Gloria”, durante la Misa, anuncia solemnemente la Resurrección del Señor.
Después de la bendición del fuego, del cirio Pascual y de la procesión con el canto que aclama la Luz de Cristo Resucitado, oigo proclamar las Lecturas, que hablan de la liberación del pueblo Hebreo de la esclavitud de Egipto, el paso milagroso del Mar Rojo…Y reacciono instantáneamente para salir de mis pensamientos y entender la Palabra de Dios.
Veo enseguida, en mi corazón, rodar la piedra sepulcral de la entrada, e inmediatamente quedo cegada por una Luz dorada proveniente del Sepulcro abierto y vacío.
Durante un instante, mi espíritu exulta, pero…solo por un instante.
Después, sin comprender, veo que la piedra Sepulcral vuelve hacia atrás, para encerrar de nuevo en el Sepulcro esta Luz extraordinaria.

Oh, mi Señor, ¿qué me está sucediendo? 
¡No sucedió así al alba del Domingo de Pascua, estoy segura!
!Estoy segura!
 Tú resucitaste y te  apareciste a tus discípulos.
     ¿Por qué, ahora esta imagen?
¡No lo entiendo! ¿Qué significa?

¡Retumba aún, en mi mente!

“Pascua…Pascua…”

¡Jesús mío, que se haga Tu Voluntad!


Domingo de Pascua, 23 abril de 2000

¡Mi corazón fatigado te anhela, Jesús…Jesús mío!

Y Jesús, finalmente habla a mi corazón:

“Niña mía, tú estás compartiendo conmigo
mi sufrimiento de siglos.
Para muchos, para demasiados…
a lo largo de los siglos,
partiendo de los mismos hebreos,
testimonios de los hechos,
para demasiados…
aquel Sepulcro se ha vuelto a cerrar,
exactamente como sus corazones
frente a la Verdad.

Muchos hombres han preferido
volver a encerrar, con la piedra sepulcral,
la Luz…la misma Luz,
que esta noche ha inundado tus ojos interiores.

Muchos han preferido creer únicamente
en  la  Cruz  negra del Calvario,
signo de mi Muerte, Muerte-Martirio,
como muchos otros profetas,
pero, al fin, siempre  muerte.

Muchos han preferido,
porque es menos comprometido,
recordar un muerto
que caminar cada día con el Dios Vivo.
Es más fácil obedecer a un Maestro
que ya no habla,
que a un Amigo que todos los días,
 con amor, te corrige  y te guía.

Muchos han preferido,
huir de la exigencia del Amor eterno,
del Amor que es Luz en su camino.
Muchos han preferido ahogar la Vida,
haciendo rodar, una vez más,
la piedra de la muerte sobre la Verdad.
 Niña mía,
¿comprendes ahora, por qué yo deseo
que mi Cruz gloriosa
invada el mundo?

Muchos ojos deben habituarse
a considerar la Luz de la Fe en Dios.
Muchos corazones deben preguntarse ahora, sobre Mi Resurrección después de 2000 años…”

Más tarde Jesús, continua:

Después de aquel día,
todos los días y en todo momento,
estoy delante de los sepulcros
de muchos corazones, y  llamo…

Desde aquel día,
continuo muriendo místicamente,
pero realmente, en todas las Santas Misas,
en  todos los altares de la tierra.

Desde aquel día,
todos los días y todas las noches,
espero encerrado en los tabernáculos,
que mis hijos me visiten,
porque muchos cristianos tampoco creen
que Yo estoy Vivo.

Hace demasiado tiempo
que la Luz ha estado encerrada
en los sepulcros del mundo…
El tiempo llega…
ha llegado el tiempo, de la Revelación final:
no por la Encarnación en el seno de una Mujer,
sino por el poder de mi Divinidad.

¡Pascua!
Pascua, en la historia,
ha significado siempre un nuevo acontecimiento,
sin cambiar nunca su significado.
Desde ahora, la Pascua tendrá una nueva imagen:
¡La imagen de la Victoria!
También los sepulcros de vuestros corazones,
de todos los corazones,
¡verán mi Luz!”

No sé decir más que esta plegaria:
“¡Ven pronto Jesús, en tu Gloria Divina!”
¡Así sea!

5 de Mayo, 2007
 
    Después de la Santa Misa de las 9 de la mañana, me quedo un rato en adoración al Santísimo Sacramento, cuando..., de improviso mi espíritu se siente lleno de una imagen muy clara y a la vez significativa.
    Es como si lentamente bajara des de lo alto, a la derecha del altar, el cuadro de Jesús de la Misericordia de Sta. Faustina Kowalska.  Después, en una secuencia de imágenes, veo como se une, siempre, en lo alto, con la pintura de la Cruz Gloriosa, no en sus medidas originales, sino teniendo las mismas dimensiones que el cuadro de la Divina Misericordia.
    Ahora, los dos cuadros están dispuestos como en diagonal, como si de un libro abierto se tratara, ante el cual, en el centro del mantel de l’altar,  se disponen dos rosarios entrelazados, uno blanco y rojo, para rezar la “Coronilla de la Divina Misericordia”, y el otro rojo para la “Coronilla del Amor”.  
    Esta imagen me llena de gozo ya que la “Coronilla de la Divina Misericordia”, conocida en todo el mundo, ahora está unida a la “Coronilla del Amor”, la oración que Jesús, en su Bondad, ha querido confiar-me.
Mas...   oigo la voz de Jesús dentro de mi corazón, cosa poco frecuente en estos tiempos, y me dice:  
“En estos últimos tiempos, mi Amor y mi Misericordia son las Gracias que ofrezco a la humanidad, después llegará el tiempo de mi Justicia.
Dile al mundo  que es necesario rezar muchas “Coronillas”...
Después vendrá mi Justicia”.
Sí, dulcísimo Jesús, así lo haré, ¡daré a conocer tu voluntad a todo el mundo!
¡Como Tú quieres!  ¡Así sea!
Gracias, Jesús.


Miércoles de Ceniza

Por la tarde asisto a la Santa Misa, en la que se hace la imposición de la ceniza.
Nada más levantarme y ponerme en la fila de quienes van a recibir este Sacramental, mi espíritu se llena, sin más, de una imagen clarísima.
Delante del altar, donde los sacerdotes imponen la ceniza, veo una grande y simplísima cruz, de líneas sencillas, en madera de nogal, de veta cálida, la que tanto abunda en nuestra región, una madera muy apreciada. 
La Cruz está allá, silenciosa, ¡y nos aguarda!
A medida que avanzo hacia la Cruz advierto que Alguien la sostiene.  No es un Sacerdote sino... con gozo y estupor a la vez veo que es el mismo Jesús quien nos ofrece Su Cruz.
Entonces oigo su Voz, suave y dulcísima:

“¡Esta es la Cruz que te salva!”

Entiendo que es el regalo de Jesús, para esta Cuaresma, signo del Calvario y presagio de Su Resurrección.
Me siento como empujada a correr a abrazarla...
En poco tiempo estoy, física y realmente, en presencia del Sacerdote.
Descubro mi frente para recibir las Sagradas Cenizas y abro mi corazón para acoger las Palabras que acompañan la imposición:

“¡Convertios y creed el Evangelio!”

Palabras diferentes... ¡pero con la misma invitación... para conseguir la Resurrección y la Vida!
¡Con Jesús hacia nuestra Pascua!
Mi corazón rebosa de gozo.  Aleluya!